Hace unos meses, nos platicaba una querida maestra, a un grupo de amigas y a mi, de cómo la adolescencia no es sólo cuestión de hormonas. Sino que se daba una reestructuración cerebral impresionante en nuestros ya no tan niños (11-12 años). Nos alentaba a ser pacientes y comprender que nuestros hijos realmente pasan por una época difícil en sus vidas debido a los grandes cambios que experimentan a esta edad. Pero nos decía, que sin duda, la adolescencia es un «mal necesario», un gran regalo. De cómo la vivan y de cómo los acompañemos depende el resto de sus vidas, la edad adulta. Y no se trata de ninguna manera, que al acompañarlos les resolvamos todo, sino de sólo estar ahí, pendientes de cuando necesiten un abrazo. Dejar que se topen con lo que se tengan que topar, lo afronten y lo superen (con nuestra discreta supervisión, por supuesto). Así, podremos gozar de nuestros adultos responsables e independientes.
No debería de extrañarme que la mitad de la película Intensamente, me la haya pasado llorando.
¡¿¡¿Llorando yo, en una película?!?! Definitivamente no es algo que yo acostumbrara hacer en el pasado. Siento que algo me ha ablandado o sebsibilizado con los años … de mis hijos. Cumplir años aún no se vuelve un tema difícil para mí. Pero tener una hija al borde de la adolescencia, si no es que ya adentro, eso si me ha venido a mover el mundo.
Cuando empecé con este blog no me imaginaba que algún día estaría escribiendo sobre adolescencias! Todavía me encontraba muy cómoda hablando de idas al baño y los terribles dos. Pero el tiempo pasa muy rápido y aquí me encuentro, al igual que mi hija, intentando reestructurar todo. Porque ya nada es lo que era antes. Vamos caminando y el reloj no se detiene. Aunque en nuestro camino se vale tomar descansos, respiros. Y pensar, reflexionar, tomar impulso y volver a andar. Estoy en ese proceso. He estado en este proceso ya un largo rato. Agradezco que me acompañen, aunque de pronto parezco sin rumbo. Sin embargo, este espacio, me da la certeza de que no estoy sola en ninguno de mis peregrinares, porque siempre he encontrado aquí con quienes compartir mi camino. Y eso, lo agradezco siempre.
¿Y de la película? Ah sí! Se las recomiendo mucho. Es como si nos explicaran con manzanas lo que pasa en el cerebro de los niños alrededor de los 11 años. Bueno, al menos así lo interpreté yo, que traigo ese tema a flor de piel. Mi hijo de 4, por supuesto que se río un montón cuando alguien se pegaba o se caía. Es lo que a el le llama la atención. Mis hijos de 9 y 11 años se identificaron con las emociones. Podía escuchar la risa de mi esposo hasta mi lugar (nos tocó separados, porque ya no cabemos las familias de 5 en los cines, pero ese es otro tema). Y yo también me reí en varias partes, no lo puedo negar. Tampoco era película de drama. La que anda de dramática soy yo. Aunque, seguramente a muchas mamás, les va a tocar el corazón.