Un título raro para un artículo, no? Qué tiene que hacer una pila en cualquier nariz?!?!? Lo mismo pensamos mi esposo y yo, cuando nuestro hijo más pequeño, de 3 años, llegó gritando desesperado que le dolía mucho, algo, no sabíamos qué. No sé porqué, si fue el instinto materno, que lo conozco rebién o una iluminación divina enviada en respuesta a todas mis peticiones para saber ser una buena mamá y poder ayudar a mis hijos cuando lo necesiten, pero desde que indicó que lo que le dolía era la nariz, pensé que se había metido algo. Fue lo primero que se me vino a la mente. Y sí, cuando mi esposo lo revisó descubrió que había una pila en su nariz!
Por supuesto, yo no sabía lo peligroso que era el hecho de que haya sido una PILA. Los niños se meten crayolas, borradores, fomi, frijoles, papeles, pero PILAS!!!!! Porqué se le ocurrió que el objeto que se introduciría en la nariz fuera precisamente una peligrosísima pila. Creo que el porqué nunca lo sabré. Por más que trato de recrear el momento en mi imaginación, siempre termina por parecer irreal.
En fin! Ese sábado teníamos planeado irnos a un lugarcito cerca de Monterrey que tiene unas aguas termales. Parecía que esos dos días, sábado y domingo, podían ser perfectos, relajantes, ideales para pasar un tiempo en familia juntos y sin más que hacer que convivir. De hecho sí, hubo unión familiar, pero no como planeábamos.
Nos dimos un susto horrible. Lo primero que intentó hacer mi esposo fue sacar la pila con unas pincitas, pero cuando se dio cuenta de que no salía, nos fuimos volando al hospital. Yo acababa de salir de bañarme. Me puse lo primero que encontré, y me salí hasta sin peinarme. Y no es que le dedique mucho tiempo al peinado el resto de los días, pero ese día, ni siquiera una cepillada, ni acomodada con los dedos, nada! Las chanclas medio de salir con un short y una camisa de pijama. Un desastre! Pero la que importaba en ese momento no era yo, sino mi hijo. Llegamos al hospital en unos 10 minutos, que parecieron como una hora. Parecía que todo el mundo transitaba por las calles a paso de tortuga y que sólo nos estorbaban para pasar. Mi esposo manejaba muy rápido pero con gran pericia. Mis otros dos hijos súper preocupados, casi llorando por su hermano. Y yo en el asiento de atrás cargando al chiquito que como era su hora de la siesta parecía que se desmayaba, pero en realidad tenía mucho sueño. Aunque todos teníamos mucho miedo y nos imaginábamos cosas.
Al llegar al hospital, por urgencias, trataron de tranquilizarnos y nos pasaron a un cubículo. Casi de inmediato llegó una pediatra que revisaba la nariz de Omar y nos decía que no nos preocupáramos que el objeto metálico estaba muy al alcance y que tan pronto llegara el otorrino, retiraría el objeto y todo pasaría a ser tan sólo un mal momento. Lo que nadie nos esperábamos era que la pila se abriría, liberando el ácido que lleva dentro. Nos dimos cuenta cuando el otorrino la trató de extraer y en el tercer intento, sin éxito, salió el líquido café de olor como a fierro que no olvidaré nunca! Desde ese momento ya no hubo tranquilidad. Mi hijo no paraba de llorar mientras preparaban el quirófano, le sacaban radiografías y esperábamos al anestesiólogo. Dos horas eternas pasaron hasta que le pudieron retirar la pila. Gracias a Dios no tuvieron que abrir ni nada, pero tenían que hacer una limpieza profunda para que la pila se despegara y sacaran todo el ácido posible inyectando mucha agua.
El ácido dañó piel adentro de la nariz y perforó un poco el tabique, todo lo que alcanzó a tocar el ácido. Nada grave, gracias a Dios. Sin embargo, tuvimos que quedarnos ahí para que le hicieran una resonancia a mi niño y unas nebulizaciones para seguir limpiando. La limpieza nasal sigue en casa, con agua salada. El recuerdo de aquellos dos días no deja de hacer que algo se apriete en mi pecho y mi estómago. Sin embargo, agradezco que no haya pasado del susto.
Gracias a Dios la pila era «grande». Como de reloj, pero del tamaño de una moneda de 50 centavos (mexicanos), aprox. Y digo gracias a Dios, porque de haber sido más pequeña, la pudo haber inhalado y llegar a los pulmones o al estómago. Uffff! Nada más de acordarme se me pone la piel chinita. La pila habría perforado cualquier lugar a donde llegara, o por donde pasara.
Esto ya pasó hace dos semanas. Pero no me había animado a escribir sobre el suceso porque estaba muy sensible todavía. Ni siquiera lo había considerado. Sin embargo, siento que es mi deber escribir esto por si alguien algún día se enfrenta a algo así, que sepan que deben reaccionar de inmediato y buscar ayuda lo más pronto posible. Con los niños no podemos dar nada por hecho, ni podemos minimizar cualquier dolor, golpe, enfermedad o lo que sea. Cada minuto cuenta.
Espero que nunca se vean en algo así. Pero sé por experiencia, con cada uno de mis 3 hijos, que los accidentes pasan en 1 segundo. Y aunque no soy la que mejor reacciona, doy gracias a Dios porque siempre han salido bien las cosas. Claro que he aprendido mucho de mi esposo, que siempre sabe exactamente qué hacer, cómo reaccionar y no sólo ponerse a gritar, como yo. Siempre hay que tratar de leerles la mente a los niños, de estar un paso adelante, adivinar su próximo movimiento y de tratar de evitar ocasiones de accidentes. Pero a veces, simplemente no se puede, y hay que respirar y actuar. Luego les cuento de las quebradas de brazos de mis otros dos hijos. Por hoy, creo que ha sido suficiente estrés recordar la ocurrencia de Omar.
4 respuestas a “Una pila en la nariz”
Esas pilas son peligrosisimas……a mi el pediatra me contó un caso de un niño que se la trago y como dices se le abrió en su estómago y estaba en terapia intensiva , así que llegando de consulta le dije a mi esposo que tirara o guardara en una parte que no alcanzará mi niño ese tipo de pilas…..la verdad que susto se han de haber llevado, pero platica con tu peque para que no se meta cosas en la nariz GAD todo quedara como una travesura más……slds
Gracias a Dios tu nene está bien y tu y tu familia más tranquilos. Y aunque debe ser muy dificil escribir acerca de esa experiencia, gracias por compartir. Tomo y agradezco tu consejo.
Gracias Ana Caballero por compartir, las experiencias se vuelven enseñanzas por muy desagradables que hayan sido, gracias por ser tan valiente y compartirnos esto a otros papas para estar con mil ojos mas en nuestros hijos y en esas «pequeñas» cosas, tan peligrosas !!
Ay Ana! Cuando supe lo de Omar no sabía que había sido tan complicado! Que bueno que no pasó a mayores y que tu y Juan estaban cerca para reaccionar rápido.
Neta tienes toda la razón, los accidentes pasan en segundos 😦
Te mando un abrazo y otro grandísimo a Omar!