Pues como muchos ya saben, me fui a San Miguel de Allende el fin de semana. Fui a una boda, que la verdad estuvo espectacular. Me encantaron todos los detalles. Los novios se lucieron con la organización, y la verdad es que no podía ser diferente, ya que cuando el ambiente está lleno de amor todo es perfecto. Además, la ciudad que escogieron para unir sus vidas en matrimonio, y a la que nos llevaron a familiares y amigos a ser cómplices de su aventura no pudo ser mejor. Los callejones empedrados, las iglesias majestuosas, las plazas llenas de vida, fueron el escenario perfecto para una historia de amor que toma un nuevo rumbo y que envolvió a la ceremonia de magia y un encanto que me pone la piel chinita, nada más de acordarme. Mis mejores deseos para los novios y agradecimiento por arrancarme de mi rutina, para ser testigo de su enlace y compartir con ellos su felicidad.
Casi todas las veces que estuvimos sentados en un restaurante de San Miguel, se nos hizo que ya estaban tardando demasiado con la comida. Qué impresiooooón! Y todas las veces nos repetíamos mi esposo y yo, «pues qué prisa traes!». Y es que es increíble cómo no podíamos desacelerar el paso de la vida en Monterrey. Y no es que fuera demasiado lento el servicio, sino que estamos acostumbrados a correr todo el tiempo. Y teníamos que hacer consciencia de esto, para no desesperarnos, y poder disfrutar del momento, del ritmo lento de las melodías de esa ciudad que no necesita ser tan grande, tan rápida o tan luminosa, para ser la Mejor Ciudad del Mundo.
Más bien, por eso precisamente, fue nombrada hace poco como la Mejor Ciudad, por encima de París, Barcelona, San Sebastián, Florencia o cualquier otra ciudad que se les pueda ocurrir. La importante revista de viajes Condé Nast Traveler fue la que dijo eso de San Miguel, apoyada en la opinión de sus lectores, a quienes les gustó la arquitectura, la cultura, los restaurantes y que no haya anuncios luminosos en las calles, entre otras cosas. Y algo así platicábamos al admirar la Parroquia de San Miguel Arcángel. Sobre la hermosura de nuestro México, que teniéndolo tan cerca, no apreciamos tanto muchas veces.
Y bueno, pues que les puedo contar del turisteo!! Fue intensivo, ya que sólo teníamos una tarde y como 3/4 partes del otro día. Entonces, no nos andábamos con rodeos. Luego, luego llegando, preguntamos por el restaurante de Otto Sirgo, La Toscana, que me habían recomendado mucho por FB. De eso no traigo muy buenas noticias :(, pues resulta que lo cerraron. Entonces, nos salimos a la calle a ver qué encontrábamos. Y nos encontramos a mi suegro :), que nos llevó a un restaurante donde había comido un día antes. La Alborada, que a su vez fue recomendación de un mesero de otro restaurante, jeje. Ahí pedimos media orden de pozole para cada quien, mi esposo y yo, y unas enchiladas verdes para compartir. Y que va llegando la media orden de pozole! Yo no me puedo imaginar el tamaño de la orden completa! No me lo pude terminar, porque también quería enchiladas. Y sin duda, fue la mejor decisión, las enchiladas estaban buenísimas también.
Y así empezaba el tour gastronómico por San Miguel de Allende :). Al que le siguieron los famosos Churros de Margarita Gralia. Y qué puedo decir de estos?! La verdad no creo que exista un churro relleno de cajeta, acompañado de un chocolate caliente, sobre la faz de la tierra, que no sea perfecto. Ambos lugares, la Alborada, y los Churros «San Agustín», muy pintorescos, llenos de detalles en las paredes, en sus vitrinas y hasta en los techos. Siempre que entraba a un lugar, volteaba a ver el techo. Todos tienen lo suyo. Casi no hay techos blancos y lisos. Como si entre lugares, compitieran por tener los techos más bonitos.
Otro restaurante que me cautivó fue La Grotta. Italiano, en donde hacen sus propias pastas, una pizza deliciosa y unos rollos de berenjena que te dejan satisfecho al primer bocado. De la satisfacción de haber probado algo realmente bueno, y no de que no te cabe nada más :). Esa mañana, desayunamos en el restaurante Cumpanio, del que me gustó mucho su decoración. De entrada, pedimos unos jugos naturales, deliciosos. El mío era «verde», de espinacas, apio, manzana verde, jengibre y jugo de naranja. Y el de Juan era de «Frutos Rojos», con jugo de naranja, delicioso! El café, buenísimo! La cortesía del lugar es un pan que elaboran ellos mismos, acompañado de una mermelada de guayaba, que también preparan ahí. La mermelada riquísima, casi como las mías ;). Y el pan de romero que nos tocó … de lo mejor! Yo, de novedosa, pedí unos huevos pochados, con eso de que ahora sé cómo se preparan, jeje. Pero la verdad no fueron lo que me esperaba, me imaginaba algo más como los huevos benedictinos, que también tenían, pero decidí aventurarme a pedir los de la casa. Lo que no me gustó fue que estaban en el caldo donde los pocharon, probablemente, y me esperaba un huevo pochado seco, acompañado de frijoles molidos. Y creo que la diferencia entre la expectativa y la realidad fue lo que no ayudó. Los chilaquiles de Juan Pablo estaban súper buenos. Y ya que veía los platillos de los alrededores, creo que pude haber elegido mejor. Pero bueno, así se aprende, jeje, y por lo menos no me quedé con las ganas de probar algo nuevo. Después de todo, iba con toda la intención de descubrir cosas.
Bueno, por lo pronto, aquí le paro. En otra ocasión les contaré más cosas ;). Y les dejo estas fotos que tomé con el celular :s. Se me olvidó mi cámara! Un saludo afectuoso, ya de regreso en la acelerada, pero muy mía, ciudad de Monterrey :).